jueves, 18 de octubre de 2018

Argumento ontológico de San Anselmo

Para comprender el razonamiento filosófico a favor de la existencia de Dios de San Anselmo, primero debemos saber que él fue uno de los prelados más cultos de su tiempo, un teólogo y doctor de la Iglesia Católica. Según este arzobisco, la especulación filosófica era una consecuencia exigida por la fe. Sostenía la necesidad de creer en algo para comprender y así, intentar luego entender lo que se creía. Para Anselmo, no anteponer la fe era símbolo de presunción, mientras que si no apelas seguido a la razón, se te considera negligente. Es por esto que dedicó gran parte de su vida a encontrar una demostración irrefutable de la exitencia de un ser superior al hombre.

Ahora bien, su argumento ontológico se basa en establecer una correlación entre nuestras ideas, creencias y pensamientos con la realidad siguiendo una serie de pasos:


        1) Define a dios como "aquello mayor de lo cual nada puede ser pensado" Es decir que, si nos posiéramos a pensar en el ente más grandioso y perfecto (acción que es difícil de llevar a cabo tal que no se puede pensar en algo más grandioso y perfecto), se nos vendría a la cabeza inmediatamente y como sin consiencia la idea de Dios. Llevándonos a concluir que Dios es lo máximo pensable.


        2)"La existencia es una perfección". Podemos pensar que Dios existe solo en nuestra mente o en nuestra capacidad de entendimiento tras del hecho que podemos imaginarlo y darnos una idea de Él. Sin embargo, sería mucho más perfecto y grandioso si este fuera más allá de nuestro pensamiento traspasando a la realidad.


       3) Al ser Dios lo máximo pensable, perfecto y grandioso, este ha de existir también en la realidad puesto que no pueden faltarle perfecciones. Así que, si la existencia real es una perfección,  Dios necesariamente ha de existir. 


Este argumento fue aceptado más que todo por filósofos racionalistas como Descartes y Leibniz, sin embargo, también obtuvo sus críticas como la de Inmanuel Kant quien ratifica que el simple hecho de concibir un algo no prueba en absoluto su existencia rompiendo las paredes de nuestra mente.



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